Y luego, en 1850, mientras que los mayas consideraban el destino de su lucha, una “cruz parlante” apareció cerca de un cenote a Noh Cah Santa Cruz Balam Nah Kampolkoché o Chan Santa Cruz, hoy Felipe Carrillo Puerto. La cruz transmitió un mensaje divino que sirvió para reorganizar y revitalizar su campaña militar. El culto de la cruz parlante ayudó a los mayas a volver a la causa y la población de Chan Santa Cruz se volvió capital político, militar y social de los rebeldes. El pueblo cayó a las fuerzas yucatecas varias veces  pero los mayas siempre recuperaron el control.


Los mayas quedaron victoriosos en varios ataques a través de la península, incluyendo Tekax en 1857, Bacalar en 1858, Chan Santa Cruz en 1860 y el asedio de 6 semanas de duración contra Tihosuco en 1866, cuando la iglesia sufrió graves daños.


Hacia 1895, la actividad militar había disminuido significativamente, como los mayas se encontraron con problemas de liderazgo, hambre, enfermedades, y faltando las armas necesarias, largo suministradas por los aliados británicos del sur. Por el otro lado, el ejército yucateco recibió refuerzos del dictador mexicano Porfirio Díaz, iniciando preparaciones para una ofensiva contraria final contra los mayas rebeldes.


El 4 de mayo 1901, General Ignacio Bravo llega a Chan Santa Cruz encontrando este lugar abandonado, marcando el fin oficial de la Guerra de Castas. Sin embargo, los mayas seguían montando confrontaciones armadas periódicas contra las fuerzas nacionales bien entrado el siglo XX.

SALA 4

LA GUERRA DE CASTAS: UNA RESISTENCIA VIVA

Para 1847, los planes fueron formados para una rebelión contra los Yucatecos. La ejecución en julio del mismo año de uno de los líderes mayas, Manuel Antonio Ay, batab de Chichimilá, puso todo en marcha. Cuatro días después del fusilamiento de Ay, las fuerzas mayas bajo la orden de Cecilio Chí y Jacinto Pat atacaron al pueblo de Tepich. Era el 30 de julio. Lo que siguió fue un movimiento vigoroso de fuerzas indígenas que avanzó en dos frentes: uno, encabezado por Cecilio Chí, avanzó en la ciudad de Valladolid para tomar a la región entre la costa y Mérida. El otro, mandado por Jacinto Pat, tomó un giro hacia Ichmul, Peto, Tzucacab, Tekax, Ticul, y las regiones de Campeche. Un total de 40,000 soldados se unieron a la insurrección desde el comienzo.


Yucatán se había separado de México en 1840 e intentó brevemente sobrevivir independientemente. Cuando los mayas iniciaron su rebelión en 1847 (el segundo año de la Guerra Mexicana-Americana), esta independencia se demostró una debilidad para el gobierno yucateco y los terratenientes no pudieron pedir ayuda a los aliados nacionales. Pocos meses después del inicio del conflicto, el gobierno yucateco firmó el Tratado de Tzucacab con Jacinto Pat. Sin embargo, el tratado fue rechazado por Cecilio Chí, y la hostilidad creció entre los líderes mayas.

Para mayo de 1848, las fuerzas mayas habían tomado la mayoría de la península yucateca, suspendiendo su avance solo 24 kilómetros de Mérida y 8 kilómetros de la ciudad de Campeche. La llegada de las lluvias estacionales y el inicio de la época de la siembra de maíz causaron que los insurgentes abandonaran sus posiciones y regresaran a sus milpas. La Guerra de Castas, así como todas las previas rebeliones, pretendió mantener vivas las tradiciones mayas, hicieron posible mantener el sistema milpero y los rituales asociados con sus vínculos sociales, incluso con la victoria tan cerca.


Con el regreso de los mayas a sus terrenos, el ejército yucateco inició una contra ofensiva que recuperó algún territorio, forzando los mayas restantes a retirarse a la parte oriental de la península. No todos los mayas estuvieron de acuerdo sobre esta estrategia, por lo que sus aleados fueron divididos. En junio de 1849, Cecilio Chí fue asesinado. En septiembre del mismo año, Jacinto Pat murió a manos de su lugarteniente y líder religioso, Venancio Puc.